Abogo por un teatro sintético, de tránsitos, de oquedades, de lugares insólitos.
Un lugar de común acuerdo, de criterios afines, de miradas: donde importe verdaderamente la mirada del otro. Donde las miradas se conmuten.
Un teatro de raíz, de puntos ceros, de oleadas de ensoñación, cargado de almas.
De devastación.
Un teatro caóticamente bien ordenado.
Un teatro navegador entre poesías y epopeyas.
Un teatro de metáforas,
y de responsabilidades.
Un teatro para la comprensión de lo humano.
Un teatro que sea crucial para el otro
y para mí.
Un teatro profundo y profano y santo y ascético y cruel.
Un teatro de dudas concretadas en el Tiempo y el Espacio.
Un teatro de transformación, desde la síntesis total de significados a la nueva significación.
Creo en un teatro de infinito, alimentado por las posibilidades del otro.
Donde estén bloqueados sus resultados.
Un teatro de acción, de procesos, de creación, de deshechos.
Un teatro donde quepa el agotamiento y el sudor de una idea.
Mi teatro es una lucha con lo finito:
con la quimera del inicio y del final.
Un teatro que se aleje del final.
Mi teatro es sincero porque agota sus posibilidades porque descubre sus huecos porque mece sus encuentros.
Mi teatro es un lugar donde ver lo oculto de cada uno y lo servimos con lente de aumento a los demás.
Un teatro que llegue a la última posibilidad del gesto y del mundo de cada uno.
Mi teatro requiere personas finales.
Personas que se desprendan de sí mismas para lograr un infinito.
Personas que tiendan al infinito.
Mis actores se precisan inmensos para afinar el auténtico plano de significación.
Mi teatro es un lugar de aumento y de honestidad.